Sus manos heladas se calentaron en mi fiebre y galoparon por mis texturas. Al rato, un pequeño espasmo y un ahogo de boca contra boca que partió en dos la fiebre llena de ansia loca. Nos hicimos brasa y humo en una noche. Todo se volvió suave, tibio y desaparecimos en esa soñera del después. Mi fiebre enferma fue la cómplice de mi piel.
lunes, 22 de octubre de 2007
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3 comentarios:
Pues bendita fiebre que proporciona momentos tan placenteros.
Un beso.
Esa fiebre que dibujas más como ardor , me dejó encantada.Por supuesto, de leerte.
Intenso, intenso.
Un abrazo
Yo quiero ser tu fiebre.
Nos perdimos hace tiempo en el que pase por alguna crisis, incluso de identidad, pero vuelvo a ser lo que era.
Te espero en este nuevo/viejo blog
Besos
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